21 ago 2009

Cambio de habitos y de maneras de pensar

Por Eduardo Anguita
Publicado en el argentino.com

Ayer, en el predio de la AFA en Ezeiza, se hizo realidad el sueño de muchos hinchas

21-08-2009 / EL FÚTBOL GRATIS PARA TODO EL PAÍS ES UNA REALIDAD. HOY COMIENZA EL TORNEO Y SE VERÁ ÍNTEGRO POR TELEVISIÓN

Hay una expectativa incomparable sobre los partidos de fútbol que se jugarán entre hoy y el domingo. Mejor dicho, hay un antecedente de esa combinación de ansiedad y felicidad: fue un partido que se jugó en la pequeña localidad de Barda del Medio y ocurrió en 1958. Quien lo relató fue el genial Osvaldo Soriano. El Gordo mezcló su picardía futbolera con esas mentiras que a todos nos gustan escuchar y las retrató en El penal más largo del mundo, un cuento tan desopilante como costumbrista. Basta que el partido haya ocurrido en la imaginación de Soriano para que sea cierto. La cosa fue que, por peleas en la cancha, a 20 segundos de la pitada final, y cuando había que ejecutar un penal, el encuentro fue suspendido por una semana. En esa semana, en Barda del Medio, nada hubo más importante que si el Gato Díaz iba a ser capaz de atajarle el penal al shoteador Constante Gauna.
Los apasionados del fútbol, ayer a la tarde, se perdieron la oportunidad de que el Gordo relatara esa ansiada tarde en el campo de la AFA en el que Grondona dijo que se trataba de una fecha histórica y la Presidenta afirmó que ya nadie va a secuestrar los goles porque en la Argentina estamos hartos de secuestros. Fue demasiado fuerte. Porque no sólo fue un emporio que se enriqueció mostrando las caras de chicas que iban maquilladas a la platea, quizá con la esperanza de salir en la tele y no tanto por ver un buen partido. Fueron años de imágenes patéticas. Las que nos devuelve el espejo.
Quién no escuchó o fue protagonista de ese argentino tarado, que ni sabe contratar el partido codificado y deja en su casa a la barra de amigos mirando caras y tribunas. Quién no quedó alguna vez, frente a este monopolio absurdo, en un bar lleno, mirando el partido parado y, encima, con el de atrás que te quería matar porque movías la cabeza.
Ayer se selló definitivamente el fin de un negocio a expensas de todos. Que nos tuvo de rehenes, no tanto de la pasión sino de la estupidez. Ya no seremos cautivos de los dueños de los goles. Y lo que viene –lo dijo bien Grondona– es por ahora un desafío. Exagerando, se cayó un muro y hay por delante un campo fértil. Pero, como en Good by Lenin, por más que ya no estén las barreras y las estatuas, nos queda la rigidez de las ideas y los hábitos.
La dependencia de la televisión por cable es tal que en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano no debe haber quedado un solo negocio donde vendan antenas. Sí, antenas. Alguien debe recordar esos aparatos que antes se compraban junto con el televisor para poder recibir la imagen sin pagar un solo peso. La costumbre de sintonizar la antena se cambió por la de pagar entre $100 y $300 por mes a una empresa que nos da más. Claro. Más canales, pero también más publicidad. Más opciones, pero muchas de ellas codificadas, para que paguemos precios siderales.
Alguien tiene que decirlo. El de ayer es un paso tan histórico como inmensas fueron la estupidez y conformismo. ¿Pasión? No nos digan que cualquier cosa se justificaba por la pasión ¿A quién le convenía que se llamara pasión a ver los goles los domingos esperándolos como el penal de Barda del Medio?
A muchos dirigentes del deporte, empresarios televisivos y políticos quizá les importaba un pito y preferían decir que el monopolio de Clarín-TyC-TSC era un gigante imposible de enfrentar. Que eso era lo mismo que pretender entrar a un restaurante de Puerto Madero y comer sin pagar. O que decirle un buen día al FMI no va más. O decirles a las AFJP que con la plata de los viejos no se timbea. Y al genocida Jorge Riveros, que por tirar al río a Floreal Avellaneda cuando tenía 14 años, le iba a costar estar preso en una cárcel común.
Pues bien. Se pudo. Y no sólo con el Fondo, las pensiones privadas y algunos cuantos genocidas. Se pudo con el chamuyo de que el fútbol era de torneos sin competencias. Y, desde hoy, la televisión pública no sólo gana un Martín Fierro de oro por un programa de científicos sino que también puede dar gratis el fútbol de primera. Y el programa que secuestraba los goles, desde ahora, será uno de polémicas de dinosaurios. Porque, Macaya, con las imágenes no se juega nunca más.
Ayer, el Gordo Soriano hubiera sido un excepcional relator del anuncio del fútbol para todos. Porque sus cuentos, inverosímiles, fruto de la pura imaginería, son lo más parecido a lo que pasó en el predio de Ezeiza. O quizá Soriano tendría que reemplazar por unos días al exultante vocero de la AFA, Ernesto Cherquis Bialo, que trabaja a destajo, con seriedad sacramental y doble ración de gomina. El Gordo nos haría tirar al piso de risa. Lograría, incluso, que algunos empresarios se pellizcaran y se convencieran de que esto es sólo un sueño, un mal sueño del matrimonio autoritario y el carcamán que maneja el fútbol. Y que pronto los millones volverán a esas pocas manos. Los dejaría tranquilos. Ellos son unos genios y que, apenas, les robamos la pelota por unos días. Que no se preocupen porque pronto vuelve a sus dueños.
En fin, es que cuando pasan cosas así, es imposible no emocionarse y sentir cuánto lo hubiera disfrutado un tipo genial como el Gordo Soriano. Ni qué decir si se juntara con el Negro Fontanarrosa.
¿O el Negro no podría contarnos esta noche misma por Canal 7, en el entretiempo, cómo fue el gol de palomita de Aldo Poy? Y también podría recrear la historia del viejo Casale, ese hincha de Central surgido de su frondosa imaginación que fue llevado a la final de Newell's y Central. Casale fue llevado al Monumental engañado, porque el Canalla nunca había perdido un clásico ante sus ojos. Y, gracias a Casale se dio el milagro del gol de Poy. No jodamos –supo decir con toda autoridad el Negro Fontanarrosa–, esa palomita es lo más importante que pasó desde la llegada del hombre a la Luna. Negro, con todo respeto, quisiéramos saber si el fútbol gratis no está por encima de esa palomita.
Ojalá, con la alegría, vuelvan la magia del Gordo y la chispa del Negro. ¿A nadie se le habrá ocurrido que en cambio de torneos CableVisión o Multicanal ahora podrían llamarse campeonatos Soriano y Fontanarrosa? Tal vez en estos días, junto con la igualdad, se nos aparezca el talento de esos dos grandes, cuyas estrellas brillaron anoche en Ezeiza. Se los juro. Muchos los vieron brillar en el firmamento mientras se cantaba el Himno

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